domingo, 22 de diciembre de 2013

Cenar debajo de un puente y otras gastroexperiencias colombianas

Probando la almojábana en el aeropuerto de Medellín
Hace un par de años, en una feria gastronómica celebrada en Madrid, tuve ocasión de participar en un taller de cocina colombiana. El cocinero preparó unos deliciosos camarones en salsa de leche de coco y otros platillos que me agradaron y sorprendieron. Con esa idea de la comida colombiana y poco más llegué ansiosa por ver qué me ofrecía el país en materia gastronómica.
Nada más aterrizar en Medellín, tras el largo vuelo, me encuentro en el aeropuerto con unos bollitos de aspecto suculento, me los presentan como almojábanas, nombre que viene del árabe al-muyabbana y que significa "la que tiene queso". Precisamente de eso se trataba, unos esponjosos panecillos de queso, que no tienen mucho que ver con el dulce español del mismo nombre que se prepara en la Vega Baja del Segura. Luego, descubrí que hay diferentes tipos de panecillos, horneados o fritos, dulces o salados, que denominan "parva" y que se suelen tomar
Parvas y natillas
como tentempié o para "el algo", como denominan a las meriendas.
Cortinas de chorizos
Chinchulines, o sea se, el intestino delgado de la vaca
Si hablo en términos generales no puedo decir que me haya encantado la comida colombiana, principalmente porque se consume una dieta muy desequilibrada en las que los fritos, las grasas y los hidratos de carbono son los reyes de la mesa. Las frutas y las verduras se consumen muy poco, salvo en zumo, que, eso sí, beben a todas horas. Esto también me llamó poderosamente la atención.

Aguapanela

No existe cultura del vino, pero tampoco suelen tomar cerveza o agua para acompañar las comidas sino jugo de frutas, gaseosas (extremadamente dulces como la "Colombiana", que sabe igual que un jarabe para la tos) o aguapanela, otro brebaje dulcísimo que goza de máxima popularidad.

Así que se abre ante nosotros un mundo de chorizos, chicharrones, chinchulines, morcilla, lengua, carne, carne, carne y más carne. Acompañada de arepa, arroz, plátano, huevo frito, papa, frijoles y, menos mal, aguacate (este sí, delicado y suave al paladar).

Los chicharrones de Gloria, con la propietaria al fondo
 En el restaurante Gloria, famoso por sus chicharrones fritos comimos unos bastante buenos y crujientes, pero, claro, con el acompañamiento y unas morcillitas de aperitivo, todo resulta tan excesivo que es difícil apreciar el placer de la comida.
Chicharrones fritos con carne molida, arroz, huevo, aguacate, papas, plátano...


Pero he titulado este post cenar debajo de un puente y no lo he hecho en vano. Esta fue una de las experiencias más singulares del viaje y muy digna de ser reseñada. Silvana nos dice que si nos apetece cenar "debajo de un puente". Claro, por supuesto que sí, ¡¿cómo me iba a perder eso?! 
Es comida de calidad, nos dice, de hecho allí comen los taxistas y eso es garantía porque los taxistas no se puede arriesgar a ponerse enfermos.

Así que allí llegamos, en la avenida Guayabal con la 10, una rotonda y, sí, debajo del puente un puesto de carne y una mujer cocinando en un par de fogatas. Las mesas, dos bobinas de cable industrial. Me encantan estas cosas, no lo puedo remediar, así que voy entregada. El chico del puesto de carne aviva las brasas con un secador de pelo, alucinante.


Sopa de "verdura"
 El menú de la noche propone sopa de verdura y chuletas empanadas y, por otro lado, en el puesto, se pueden comprar chorizos y trozos de carne a la brasa. Quiero probarlo todo. Empezamos con la sopa de verdura. Bueno, claro, una sopa de verdura colombiana, eso quiere decir que incluye unos hermosos trozos de carne, está un poco grasienta, pero deliciosa, la verdad. Las chuletas empanadas también con su grasa correspondiente, pero jugosas y tiernas.
Me acerco a hablar con la cocinera, Estela, que, junto a una joven que puede que fuera su hija, nos atienden con una alegría contagiosa.

Las chuletas empanadas



Estela me cuenta que lleva cuatro años en esa rotonda, que se trae los productos de casa y los guisa allí, en las hogueras. Le encanta cocinar, se ve que es una mujer entusiasta, conoce a todos sus clientes y les atiende con entrega. Me hace disfrutar y reír. Le pregunto si no tiene problemas con la policía, me dice que la visitan de vez en cuando, pero que normalmente la dejan en paz. Me alegro. No olvidaré esta cena debajo del puente, el sitio más flipante en el que he comido.

Charlando con Estela debajo del puente

En la "cocina" de Estela




Y vamos con otra de las comidas que merecen mención especial. Esta vez en la casa de la madre de Silvana, en un espacio natural maravilloso que ya predisponía. Nos invitan a uno de los platos típicos antioquianos, el Sancocho, una versión del cocido madrileño o de tantos otros caldos de carne y verdura que conocemos en diferentes regiones de España, con sus exquisitas variables.


Sancocho de gallina
Terminando de preparar el sancocho
En esta ocasión el caldo es de gallina y lleva verduras, yuca, papa, plátano... Está delicioso y se acompaña con cebolla dulce, aguacate, ensalada...
Es un plato de familia, de compartir, de calorcito..., reconfortante y embriagador. Además, no resulta nada pesado, un placer.
Me quedé con las ganas de probar el mondongo, una versión de los callos, de la que me hablaron muy bien, pero no hubo ocasión. También estaba intrigada por la Bandeja Paisa, algo tan excesivo que no conocí a nadie que asegurase habérsela terminado.
Entre otras cosas que me gustaron, destacar las empanadas de carne mechada, muy jugosas y sabrosas, aunque, claro, una vez más en poco cantidad, porque chorrean aceite.



Dando cuenta de una empanada de carne



Puesto de chorizos y butifarras
En los puestos callejeros abundan los chorizos y butifarras picantes, acompañados de hogao, una especie de pisto bastante bueno. Acercarse a uno de estos puestos es sólo recomendable después de haber bailado salsa durante al menos cuatro horitas.

Otras cositas que probé por primera y que no me disgustaron fueron la sopa de plátano verde o el carpaccio de langostinos con leche de tigre.

Los chinchulines me parecieron un invento incomible, igual que me pasa con los zarajos; tomé un ceviche que de ceviche sólo tenía el nombre porque se parecía mucho más a un cóctel de gambas de principios de los 80; y lo intenté también con la famosa "cuajada", un agua panela caliente en la que se echa un trozo de queso fresco y... no, no le cogí el punto.

En el restaurante Mama Santa, en Sabaneta probé el trozo de carne a la brasa más delicioso, esta vez sin grasa. Además el sitio es precioso y la atención también exquisita. Allí me tomé también dos postres -no suelen ofrecerlo en prácticamente ningún sitio- destacables: las natas y un cheescake de maracuya, ambos deliciosos.
Natas
Cheescake de maracuyá



En resumen, muchas experiencias nuevas para el paladar. Podría hablar de cierta falta de delicadeza en la cocina y, lo dicho, exceso de grasas e hidratos, pero también buenas materias primas y gente que sabe compartirlas con cariño. Así que... ¡con eso me quedo!

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